sábado, 27 de marzo de 2010

Desiderata

Camina plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda la paz que se puede encontrar en el silencio. En cuanto te sea posible, Vive en buenos términos con todas las personas, enuncia claramente tu verdad; escucha a los demás, incluso al torpe e ignorante; ellos también tienen su historia.Evita las personas ruidosas y agresivas, pues son un fastidio para el alma, Si te comparas con los demás, te volverás vano y amargado; porque siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú.

Disfruta de tus logros así como de tus planes. Mantén el interés en tu propia carrera, por humilde que sea; ella es un tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos, se cauto en tus negocios; pues el mundo está lleno de egoísmos, Pero no te cierres a la virtud que hay en ella; mucha gente se esfuerza por alcanzar nobles ideales;y en todas partes la vida está llena de heroísmo, se tú mismo.

En Especial, no finjas el afectos. Tampoco seas cínico en el amor; porque medio de todas las aridez y desengaños, es perenne como la hierba. Acata dócilmente el consejo de los años, abandonando con donaires las cosas de juventud.

Cultiva la fuerza del espíritu para que te proteja en la adversidad repentina. Pero no te angusties con fantasmas. Muchos temores nacen de la fatiga y la soledad. Junto con una sana disciplina, se benigno contigo mismo.

Tú eres una criatura del universo, no menos que los plantas y las estrellas; y tienes derecho a existir, y sea que te resulte claro o no, el universo marcha como debiera. Por lo tanto, manténte en paz con Dios, cualquiera sea tu modo de concebirlo y cualesquiera sean tus trabajos y aspiraciones, mantén la paz con tu alma en la bulliciosa confusión del planeta, que con todas sus farsas y sueños fallidos, sigue siendo hermoso.

Ten cuidado. Esfuérzate por ser feliz.

Anónimo encontrado en la vieja iglesia de Saint Paul. - Baltimore.1693

Carta del indio Seattle al Presidente de EEUU

( Carta de Seattle, jefe de la tribu Suwamish al presidente de los Estados Unidos, Mr. Franklin Pierce, el año 1855, como respuesta a su oferta de compra de las tierras Suwamish.)

El gran caudillo de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El gran caudillo nos ha mandado también palabras de amistad y de buena voluntad. Apreciamos mucho esta delicadeza porque conocemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Queremos considerar su ofrecimiento, pues sabemos que si no lo hiciéramos, pueden venir los hombres de piel blanca a tomarnos las tierras con sus armas de fuego. Que el gran caudillo de Washington confíe en la palabra del líder Seattle con la misma certidumbre que espera la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como estrellas.

¿Como podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Se nos hace extraña esta idea. No son nuestros el frescor del aire ni los reflejos del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más adelante. Tendríais que saber que mi pueblo tiene por sagrado cada rincón de esta tierra. La hoja resplandeciente; la arenosa playa; la niebla dentro del bosque; el claro en la arboleda y el zumbido del insecto son experiencias sagradas y memorias de mi pueblo. La sabia que sube por los árboles lleva recuerdos del hombre de piel roja.

Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su tierra cuando empiezan el viaje enmedio de las estrellas. Los nuestros nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos un pedazo de esta tierra; estamos hechos de una parte de ella. La flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa: todos son nuestros hermanos. Las rocas de las cumbres, el jugo de la hierba fresca, la calor de la piel del potro: todo pertenece a nuestra familia.

Por esto, cuando el gran caudillo de Washington manda decirnos que nos quiere comprar las tierras es demasiado lo que nos pide. El gran caudillo quiere darnos un lugar para que vivamos todos juntos. El nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Hemos de meditar su ofrecimiento. No se nos presenta nada fácil ya que las tierras son sagradas. El agua de nuestros ríos y pantanos no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendiésemos las tierras, haría falta que recordaseis que son sagradas y lo tendríais que enseñar a vuestros hijos y que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran hechos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son hermanos nuestros, porque nos libran de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y nos dan sus peces. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son hermanos nuestros y también vuestros. Tendríais que tratar a los ríos con el corazón.

Sabemos bien que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra manera de ser. Tanto le importa un trozo de tierra que otro, porque es como un extraño que llega de noche a arrancar de la tierra todo lo que necesita. No ve la tierra com una hermana, sino más bien como una enemiga. Cuando la ha hecho suya, la menosprecia y sigue andando. Deja atrás las sepulturas de sus padres y no parece que eso le duela. No le duele desposeer la tierra de sus hijos. Olvida la tumba de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a la madre tierra y al hermano cielo como si fueran cosas que se compran y se venden; como si fuesen animales o collares. Su hambre insaciable devorará la tierra y detrás suyo dejará tan sólo un desierto.

No lo puedo comprender. Nosotros somos de una manera de ser muy diferente. Vuestras ciudades hacen daño a los ojos del hombre de piel roja. Tal vez sea porque el hombre de piel roja es salvaje y no puede entender las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre de piel blanca; ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas, o movimiento de las alas de un insecto. Tal vez me lo parece a mi porque soy un salvaje y no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oido. Y yo me pregunto: ¿qué tipo de vida tiene el hombre cuando no es capaz de escuchar el grito solitario de una garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor del charco? Soy un hombre de piel roja y no puedo entender. A los indios nos deleita el ligero murmullo del viento fregando la cara del lago y su olor despues de la lluvia del mediodia, con su peculiar fragancia.

El hombre de piel roja es conocedor del valor inapreciable del aire ya que todas las cosas respiran su aliento: el animal, el árbol, el hombre. Pero parece que el hombre de piel blanca no sienta el aire que respira. Como un hombre que hace días que agoniza, no es capaz de sentir la peste. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que dejarlas en paz y que contituasen sagradas para que fuesen un lugar en el que hasta el hombre de piel blanca pudiese saborear el viento endulzado por las flores de la pradera.

Queremos considerar vuestra oferta de comprarnos las tierras. Si decidieramos aceptarlo tendré que poneros una condición: que el hombre de piel blanca mire a los animales de esta tierra como hermanos.

Soy salvaje, pero me parece que tiene que ser así. He visto búfalos a miles pudriéndose abandonados en las praderas; el hombre de piel blanca les disparaba desde el caballo de fuego sin ni tan sólo pararlo. Yo soy salvaje y no entiendo porqué el caballo de fuego vale más que el búfalo, ya que nosotros lo matamos sólo a cambio de nuestra propia vida. ¿Qué puede ser del hombre sin animales? Si todos los animales desapareciesen , el hombre tendría que morir con gran soledad de espíritu. Porque todo lo que les pasa a los animales, bien pronto le pasa también al hombre. Todas las cosas estan ligadas entre sí.

Haría falta que enseñaseis a vuestros hijos que el suelo que pisan són las cenizas de los abuelos. Respetarán la tierra si les decis que está llena de vida de los antepasados. Hace falta que vuestros hijos lo sepan, igual que los nuestros, que la tierra es la madre de todos nosotros. Que cualquier estrago causado a la tierra lo sufren sus hijos. El hombre que escupe a tierra, a sí mismo se está escupiendo.

De una cosa estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red que es la vida, sólo es un hijo. El sufrimiento de la tierra se convierte a la fuerza en sufrimiento para sus hijos. Estamos seguros de esto. Todas las cosas estan ligadas como la sangre de una misma familia.

Hasta el hombre de piel blanca, que tiene amistad con Dios y se pasea y le habla, no puede evitar este destino nuestro común. Tal vez sea cierto que somos hermanos. Ya lo veremos. Sabemos una cosa que tal vez descubrireis vosotros más adelante: que nuestro Dios es el mismo que el vuestro. Os pensais que tal vez teneis poder por encima de Él y al mismo tiempo lo quereis tener sobre todas las tierras, pero no lo podeis tener. El Dios de todos los hombres se compadece igual de los de piel blanca que de los de piel roja. Esta tierra es apreciada por su creador y estropearla sería una grave afrenda. Los hombres de
piel blanca también sucumbirán y tal vez antes que el resto de tribus. Si ensuciais vuestra cama, cualquier noche morireis sofocados por vuestros propios delitos. Pero vereis la luz cuando llegue la hora final y comprendereis que Dios os condujo a estas tierras y os permitió su dominio y la dominación del hombre de piel roja con algún propósito especial. Este destino es en verdad un misterio, porque no podemos comprender que pasará cuando los búfalos se hayan extinguido; cuando los caballos hayan perdido su libertad; cuando no quede ningún rincón del bosque sin el olor del hombre y cuando por encima de las verdes colinas nuestra mirada encuentre por todas partes las telarañas de hilos de hierro que llevan vuestra voz.

¿ Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. ¡Así se acaba la vida y empezamos a sobrevivir!

Antes de que ellos crezcan

ANTES DE QUE ELLOS CREZCAN


Hay un periodo cuando los
padres quedan huérfanos
de sus hijos.

Es que los niños crecen
independientes de nosotros,
como árboles murmurantes
y pájaros imprudentes.

Crecen sin pedir
permiso a la vida.

Crecen con una estridencia
alegre y, a veces, con
alardeada arrogancia.

Pero no crecen todos
los días, de igual manera,
crecen de repente.

Un día se sientan cerca
de ti en la terraza y te
dicen una frase con tal
naturalidad que sientes que
no puedes mas ponerle
pañales.

Donde quedaron la placita
de jugar en la arena,
las fiestitas de cumpleaños
con payasos, los juguetes
preferidos?...

El niño crece en un ritual
de obediencia orgánica
y desobediencia civil.

Ahora estas allí, en la
puerta de la discoteca,
esperando que el/ella
no solo crezca,
sino aparezca.

Allí están muchos padres
al volante, esperando
que salgan zumbando sobre
patines y cabellos
largos y sueltos.

Allá están nuestros
hijos, entre hamburguesas
y gaseosas en las esquinas,
con el uniforme de su
generación, e incomodas
mochilas de moda en
los hombros.

Allí estamos, con los
cabellos casi
emblanquecidos.


Esos son los hijos que
conseguimos generar
y amar a pesar de los golpes
de los vientos, de las
cosechas, de las noticias
y observando y aprendiendo
con nuestros errores
y aciertos.

Principalmente con los
errores que esperamos que
no repitan.

Hay un periodo en que
los padres van quedando un
poco huérfanos de los
propios hijos...

Ya no los buscaremos
mas de las puertas de las
discotecas y de las
fiestas.

Paso el tiempo del piano,
el ballet, el ingles,
natación y el karate.

Salieron del asiento de
atrás y pasaron al volante
de sus propias vidas.

Deberíamos haber ido
mas junto a su cama al
anochecer, para oír su
alma respirando
conversaciones y confidencias
entre las sabanas
de la infancia..

Y a los adolescentes
cubrecamas de aquellas
piezas llenas de
calcomanías, posters,
agendas coloridas y
discos ensordecedores.

No los llevamos
suficientemente al cine,
a los juegos, no les dimos
suficientes hamburguesas
y bebidas, no les compramos
todos los helados
y ropas que nos hubiera
gustado comprarles.

Ellos crecieron, sin que
agotásemos con ellos todo
nuestro afecto.

Al principio fueron al
campo o fueron a la playa
entre discusiones, galletitas,
congestionamiento, navidades,
pascuas, piscinas y amigos.

Si, había peleas dentro
del auto, la pelea por
la ventana , los pedidos
de chicles y reclamos
sin fin.

Después llego el tiempo
en que viajar con los
padres comenzó a ser un
esfuerzo, un sufrimiento,
pues era imposible dejar
el grupo de amigos y
primeros amorios.

Los padres quedaban exiliados
de los hijos.

"Tenían la soledad que
siempre desearon", pero de
repente, morían de
nostalgia de aquellas
"pestes".

Llega el momento en que
solo nos resta quedar
mirando desde lejos,
torciendo y rezando mucho
(en ese tiempo, si nos
habíamos olvidado,
recordamos como rezar)
para que escojan bien
en la búsqueda de la
felicidad, y que la
conquisten del modo
mas completo posible.

El secreto es esperar...
En cualquier momento
nos pueden dar nietos.

El nieto es la hora del
cariño ocioso y picardía
no ejercida en los
propios hijos, y que no
puede morir con nosotros.

Por eso, los abuelos
son tan desmesurados y
distribuyen tan
incontrolable cariño.

Los nietos son la ultima
oportunidad de reeditar
nuestro afecto.

Así somos, solo
aprendemos a ser hijos
después que somos padres,
solo aprendemos a ser
padres después que
somos abuelos...

DULCES SUEÑOS !!!!